Mantuvimos una conversación
casi como se contiene
la respiración bajo el agua.
Opinamos sobre todo y sobre nada,
nos miramos pocas veces a los ojos
y casi sin querer
dejamos chocar los dedos índices
sobre la humanidad del cenicero.
De repente brotó la discución
con la inoportunidad y la humedad
de las tormentas de verano.
Yo, nervioso como un verdugo,
desnuqué varias veces un agónico sobre de azucar.
Vos, desmembraste furiosa
los brazos de una medialuna que pedía abrazos a gritos,
y el mozo le practicó un haraquiri
a las naranjas recién llegadas del mercado
mientras gritaba el segundo gol de Argentina.
Después de ese día nunca más nos volvimos a ver.
Raúl Mariscalchi
Gotas de lluvia
Hace 7 horas.